Pues únicamente el uso de las reglas racionales abiertas a la contraargumentación racional por encima de los prejuicios, de los gustos y de los fanatismos.
Prejuicio:
verdad de antemano dada por costumbres, por
convencionalismos y por concepciones no analizadas racionalmente (así, la religión inevitablemente es un prejuicio, y los conceptos superiores de raza, de clase, de patria, etc.).
Gusto:
todo el apego emocional (lo que nos sugiere simpatía o semejanza, y casi siempre a unos
estereotipos mediatizados).
Fanatismo:
respeto incondicional a algo -por un interés de algún poder- que debe ser defendido de un modo exhaustivo y exagerado (es ya el resultado de la fijación o de la
obsesión por un tipo de perfección que mediáticamente se ha inculcado).
Pues el impedir la racionalidad, usando prejuicios o gustos o fijaciones fanáticas; por lo que hay una cerrazón a la demostración, a reconocer racionalidad y a compensar racionalidad (eso es, un ninguneo, una indiferencia e intolerancia a la verdad). Todo envuelto en mentira, de la cual el poder se sirve; porque el poder no es nada sin mentiras -siempre las necesita y anulará a quien se lo impide-.
3 comentarios:
Se utiliza muy inútilmente -y a la vez con consecuencias destructivas- el "tengo la razón" o el "digo la verdad" sin previamente aplicar las reglas de la razón. Sí, nadie tiene la razón -y. además, cuando existe un interés de negocio, patria. costumbre inamovible o corporativismo, nunca- sin demostrar totalmente que ha encontrado o tiene la razón sin más defensa que la misma razón, es mentira lo contrario por mucho poder o influencias que imponga.
Pero si le preguntas, uno a uno, a los siete mil millones de seres humanos que hay, todos dicen que tienen la razón, aun cuando hay miles de sinrazones e injusticias provocados por ellos.
Sí, es un orgullo propio y vano el decirlo, pero hay muy pocos que demuestren coherentemente alguna razón -al ser dificilísimo al prescindirse de tantos intereses o tentaciones corporativistas o fanáticas-.
Si tú pudieras preguntarles a todos los que vivían en la Edad Media si tenían razón, todos te contestarían que sí, aun cuando todos estaban encegados en miles de sinrazones; pero insistirían y te jurarían -con sus medios de "comunicación"- que tienen la razón. Así es, porque tenían muchos poderes o beneficios emocionales establecidos que defender a toda costa -en orgullo encegado propio-.
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