--------------Cuando no se le ayuda a la verdad, la mentira se impone (y sus daños).

domingo, 31 de julio de 2016

El amor no lo da el amor, sino un actuante con amor. El camino no lo da el camino, sino un actuante con camino (caminante). La luz no la da la luz, sino un actuante con luz (uno al interaccionar). La razón no la da la razón, sino un actuante con razón (Galileo, ése que demuestra más razón).
Por ello, no es a la razón a la que hay que valorar para ser alguien sensato, consciente y ético, sino solo al que de una forma no servilista y sí irrebatiblemente racional te demuestra más razón. ¡Eso es!, no es jamás al cristianismo (resultado aventurado hacia errores o no) al que hay que valorar, sino a Jesucristo (sí, claro, en honor a la verdad y para que no confundas ni manipules más).

3 comentarios:

José Repiso Moyano dijo...

Si tú no puedes desmontar a las mentiras, siempre serás servidor de ellas (destructor y estúpido, y seguidor a veces inconsciente de sinrazones).

Teniendo en cuenta eso, tú solo puedes desmontar a las mentiras únicamente si valoras no a la razón, sino a la demostración de la razón, o sea, al que te la demuestra ante todo sin estar escudado por alguna truculencia (presunción de tener ya la razón por imagen, imagen de corporación, bla-bla, prestigio o clase social) ni por algún poder.

José Repiso Moyano dijo...

Este mundo está así indudablemente POR TODOS (porque todos están en él); por lo tanto ¡basta ya de avestruces bajo tierra que se desentienden

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Luchar de verdad ante todo significa
de verdad no venderte a ni siquiera una mentira.
(tú ya te has vendido a miles)

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Tan terrorista es el que mata inocentes como quien los dirige (a desproteciones por darles siempre sinrazones)para que los maten

José Repiso Moyano dijo...

El mal no va a darte nunca privilegios-ventajas, ¡nunca!, entonces tú no se los dés a él como tonto la baba, sí, ya que lo vas beneficiando.

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El mal nunca te va a dejar en paz, nunca te va a dejar rezar o hacer el bien (no seas estúpido); claro, te tienes que dar cuenta que el mal quiere acabar de una vez por todas con el bien y, por eso, no puedes esconderte de él, mirar hacia otra parte (para ayudarle), sino confrontarlo.