--------------Cuando no se le ayuda a la verdad, la mentira se impone (y sus daños).

domingo, 4 de agosto de 2019

Si tú (seas científico, rey, comunicador, intelectual, etc) no posibilitas la réplica con las mismas posibilidades que tienes tú para darla; pues, a partir de ahí seguro, objetivamente todo en ti se convierte en mentira, ya digas lo que digas y hagas lo que hagas o te respaldes de mil trucos-poderes, influencias, de bla-blas, de avales sociales o de lo que quieras.
LA PRIMERA VERDAD INFINITA DEL BIEN ES EL NO DEJAR NUNCA BIEN AL MAL cuando digas o hagas algo. Y EL PRIMER PASO PARA TENER RAZÓN ES EL FACILITAR QUE LA RAZÓN (o el que la da) SE FORTALEZCA, ¡Y SIEMPRE!

4 comentarios:

José Repiso Moyano dijo...

EL BIEN JAMÁS EXISTE
CON ÉSOS QUE HUYEN DEL BIEN
PORQUE NO FACILITAN
QUE EL QUE DA LUZ-RAZÓN SE FORTALEZCA.

José Repiso Moyano dijo...

Buenizar al mal
es el mismísimo mal.

Hacer pasar la sinrazón
por razón
es la mismísima sinrazón.

Creerte inteligente
sin que sepas replicar a la seudointeligencia
es la misma seudointeligencia.

José Repiso Moyano dijo...

Existe un desalmado truco de ENGAÑADORES de máxima MALDAD que consiste en hacer creer que la culpa de las esenciales maldades-errores las tienen algunos.

Así,hay machismo por algunos,
hay prostitución por algunos (por dos o tres),
hay explotación por algunos (por cuatro y medio),
hay contaminación por algunos,
hay maltrato animal por algunos
y billones de mentiras sobreprotegidas las hacen prevalecer solo algunos.


ASCO DA SOLO PENSARLO!

José Repiso Moyano dijo...

Las palabras no sirven si no existen las posibilidades, en una búsqueda libre, de contradecirlas o de cambiarlas. Porque las palabras (todas, y las que utiliza la ciencia) son: una MANIFESTACIÓN COMUNICATIVA DE LA VOLUNTAD HUMANA HACIA EL ERROR O HACIA EL NO-ERROR. Por tanto, han de tener POSIBILIDADES (a través de alguien) para que puedan dirigirse al fin hacia el no-error. Si no, no sirven, desorientan, equivocan, destruyen o matan; sí, y para evitar esto existe la LIBERTAD (la cual no admite ninguna cerrazón ni terco-excluyente corporativismo), para que las palabras no se pasen y no fijen un error sin las posibilidades de quitarlas, de cambiarlas o de contradecirlas al menos (pues las palabras no son incuestionables, perfectas o diosas, no, ¡tienen los pies de barro!).
La inteligencia es la que ha de reparar a las palabras, no lo contrario que es lo que precisamente sucede ahora cuando las palabras-prejuicio, las palabras-antropocentristas, etc. a sus anchas dominan todos los cerebros.