Hasta los cuarenta años -y aún también- me dediqué, de día y de noche -pues poco dormía para lo siguiente que digo-
en crear bienes sociales (reconocer el esfuerzo racional, barreras a lo establecido a porque sí, romper el hielo en
desigualdades sociales, dar pasos valientes en frenar costumbres crueles,
el práctico no consentimiento de lo injusto,
el no esquivar ética ni demostraciones, aclaraciones por la eliminación de prejuicios, etc)
utilizando la totalidad de mis recursos vitales -incluso algunos de comer- mientras que, tales recursos, mis vecinos compraban grandes propiedades en vistas al futuro de sus bolsillos y mientras
los escritores españoles los utilizaban en pillar únicamente para ellos por todos sitios con sumarse a sobreproteciones rastreras o con lameculismos incluidos
Así es, mis bienes sociales están ahí, en la sociedad, en los hechos, y todo el mundo inevitablemente los coge -sí, aunque no se quiera se cogen, porque están ya en el uso social y eso no depende de querer-. Por el contrario, pongo en claro que yo no he recibido ni la millonésima parte de nada, o sea, ¡nada jamás de ellos! Y no es solo eso, sino que me han quitado cada segundo vital digno, y los elementos también de ayuda que la misma naturaleza me los daría si no lo impidieran; y no solo eso, sino también los millones de segundos de felicidad que me han impedido, de vida mínima, de derechos humanos -que sí tuvo objetivamente por ejemplo Hitler-.¡Qué fríaldad sin alma son! ¡Qué infinita crueldad!