En todo lo social, se bien califica o se mal califica -basta de ceguedad y de hipocresía-; puesto que, en los hechos sociales, no existe ni puede existir sustantivación aséptica o neutra -de la incivilidad o de la falta de ética-, sino existen siempre descalificables actores, acciones y consecuencias.
El mal no puede esperar una buena calificación, sino -en honor a la verdad y por no mentir- una obligada descalificación, en coherencia.
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