Ninguna verdad debe estar supeditada a una mentira (pues dejaría de ser verdad) ni a ningún poder, sea cual sea tal poder (económico, político, mediático o de influencias, de dictado corporativista, de dictado institucional, de dictado tradicionalista, religioso, etc.) de instalar a contrarrazón algo; por eso, se ha de luchar contra cualquier mentira por muchos adectos-seguidores-vendidos que tenga, sí, sin darle un favor siquiera a una (o sea, un favor de dejarla pasar o de debilidad ante ella o de disfrazarla o de no descalificarla en coherencia ineludible a la precisa repulsa de lo antiético).
Las cosas como son; y ninguna verdad debe temer a alguna mentira, aunque a tal mentira la sobreprotejan miles de miles (sí, porque en suma esos van sobreprotegiendo al mal-sinrazón o a la mentira). Sobreproteger al mal es siempre lo peor, no lo hizo ni el diablo (pues no contaba con múltiples instituciones que lo hagan)
Los prejuicios constantes, los enturbiamientos por intereses de poder y los fanatismos a una fijación de lo sobreprotegido por conveniencias mediáticas o de líneas de poder infranqueables racionalmente, hacen una sociedad intoxicada totalmente de mentiras.
Los prejuicios constantes, los enturbiamientos por intereses de poder y los fanatismos a una fijación de lo sobreprotegido por conveniencias mediáticas o de líneas de poder infranqueables racionalmente, hacen una sociedad intoxicada totalmente de mentiras.