martes, 16 de diciembre de 2014

Infinitamente jamás el mal lo hacen los inocentes, los humildes o los que carecen de influencias, sino absolutamente siempre los intelectuales que impiden, escupen y desprotegen a la razón-verdad por sus rentabilidades (de aprovechados) de vender sus libros o sus mentiras a grupos que los enciegan, amaestran y torturan (al impedirles y no facilitarles en deber una conciencia ética)
Tú también tienes las manos manchadas de sangre.
El mal -por primera causa- es creado únicamente por ellos, en carencia de alma o monstruosamente.

1 comentario:

José Repiso Moyano dijo...

Las actitudes éticas -que pretenden serlo en ejemplaridad- deben dar ante todo unas vías facilitadas de esfuerzo racional-ético;
y de nunca sus intereses antes.

Publicar un comentario